Escuchar el apellido Gaudí, hace que de repente uno se detenga, se remonte a Barcelona y se asomen en la memoria la Iglesia de La Sagrada Familia, la Casa Batlló, la Casa Milá, el Parque Güell, entre otras obras de esa arquitectura tan diferente y hermosa a la vez. Estructuras donde Gaudí combinó magistralmente la decoración, el simbolismo y la funcionalidad, la comodidad y la habitabilidad de los espacios interiores. Todo ello partiendo de la observación detallada y el estudio minucioso de la naturaleza y sus formas.
Aunque la obra de Antonio Gaudí Cornet se concentra mayormente en Cataluña, en la ciudad española de León, encontramos una de sus obras magistrales, la Casa Botines.
No había llegado a los 40 años de edad, cuando Antonio Gaudí comenzó el diseño y construcción de esta gran obra arquitectónica.
Nacido en Reus (Tarragona) el 25 de junio de 1852, recibió una formación católica muy profunda, reflejando su espiritualidad a través de su arquitectura. Gaudí obtuvo el título de arquitecto en el año 1878, y durante los primeros años se dedicó a realizar trabajos de carácter decorativo en diversas estructuras. Fue cuando el industrial, empresario del sector textil, Eusebi Güell, prendado de sus trabajos, se convirtió en su mecenas. Precisamente, llega a la ciudad de León, gracias a la recomendación de Güell, quien le pondría en contacto con dos de sus clientes. Los leoneses Simón Fernández y Mariano Andrés eran socios y propietarios de un almacén de tejidos y una casa de cambio en León.
Estos le encargaron en 1887 a Gaudí el diseño de un edificio que les permitiera ampliar el negocio y que contara con almacenes espaciosos que les permitiera guardar su gran mercancía. Además, deseaban integrar al edificio, viviendas que permitieran la instalación de familias burguesas por medio de alquiler. Fue basado en este concepto, que Gaudí diseñó un edificio de siete plantas inspirado en las construcciones de la burguesía barcelonesa y parisina, donde la planta baja se utilizaría para los negocios, el sótano para almacén, la primera planta o planta noble (étage noble) para la residencia de los propietarios del inmueble y las plantas superiores para alquiler. El edificio culmina con una inclinada cubierta a cuatro aguas en la que se alojaban los trasteros y la vivienda del portero.
Fue así como Gaudí diseñó la primera casa de vecinos de toda su carrera, en la que pudo poner en práctica sus ideas modernas y arriesgadas, a la vez que utilizar, por primera vez, algunas novedades estructurales y de diseño que le acompañarían durante el resto de su vida.
Gaudí diseñó una fachada de la Casa Botines, donde se mezclaron las influencias de la arquitectura nórdica, gótica y renacentista. Además, trabaja la integración del edificio en su entorno, adaptando elementos que facilitarían su mantenimiento. Así podemos observar que con el fin de facilitar la caída de la nieve en un típico invierno en León, decide no recubrir la cubierta de pizarra y dota al edificio de vierteaguas.
Además, la cercanía con el Palacio de los Guzmanes y la profunda admiración que la Catedral de León provocó en el místico y muy religioso Gaudí le influyeron a la hora de diseñar el ritmo simétrico de las ventanas y la distribución horizontal de las cuatro fachadas.
Gaudí, coronó la puerta principal con una escultura de San Jorge matando el dragón. Patrono de Cataluña y de Inglaterra, es una figura que se repite en la obra de Gaudí. Sin embargo, es en la Casa Botines que aparece de forma tangible, como una escultura. Esta obra, no solo tuvo una importancia decorativa y simbólica, sino que también guardaba un secreto muy importante.
Aunque para la construcción de la Casa Botines, Gaudí empleó materiales de gran dureza, la piedra que utilizó para trabajar la escultura de San Jorge, no lo fue. Al ser una piedra con mucha porosidad, no soportó la severidad del clima leonés, deteriorándose rápidamente. Ante el deterioro de la escultura, deciden sustituirla, colocando una réplica en su lugar. El desmontaje sucedió en el año 1953 y fue en ese momento que se descubrió un tubo de plomo escondido dentro del dragón. En su interior se encontraban los planos originales de la Casa Botines firmados por Gaudí. Además, varios ejemplares del periódico El Campeón y un acta en la que Simón Fernández y Mariano Andrés dejan constanciade la auditoría del edificio, se encontraron junto a los planos. En 1956 se instaló la réplica, junto con el tubo de plomo original y otro más, una cápsula del tiempo para la posteridad.
Ya en el interior de la Casa Botines, en su planta baja, Antonio Gaudí diseñó un espacio comercial para la venta de tejidos de Simón Fernández y de Mariano Andrés, flexible, amplio e iluminado, sustituyendo los muros pesados de carga por pilares de fundición muy delgados. Integró a este espacio las bóvedas catalanas que eran muy características de sus diseños y una ventilación e iluminación constante a través de 30 grandes ventanales, abiertos a los cuatro puntos cardinales. Así consiguió que entrara la luz natural desde el amanecer hasta el anochecer. Además, la iluminación aportaba un aire de belleza a la tienda de tejidos.
Como elemento decorativo, se integraron algunos escudos significativos de León. Algunos mostraban las actividades económicas y otros, los partidos judiciales de la provincia de León.
La Casa Botines cambió de propietarios en 1929. En ese año, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León compra el edificio, subroga los contratos de alquiler e instala sus oficinas en la planta baja. La casa mantuvo su uso bancario hasta 2017, cuando la Fundación Obra Social de Castilla y León (FUNDOS) decidió convertirla en museo y abrirla al público por primera vez.
Nosotros aprovechamos nuestra visita para darle un vistazo a la exhibición dedicada a la vida de la poeta española Concha de Marco. Por cierto, excelente presentación biográfica.
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