En lo alto de una colina a lo largo de la antigua ruta de peregrinación de «Via Francigena» en Toscana, encontramos la «Ciudad de las Torres Finas», «San Gimignano». El nombre de la ciudad surge en honor a San Geminiano.
La historia cuenta que el obispo Geminiano intervino con los seguidores de Atila el Huno, convenciéndolos de no destruir el Castillo de Silvia, que estaba asediado por éstos. El castillo, que en sí era la ciudad intramuros, se construyó durante el siglo I a. C. Desde entonces, la ciudad pasó a llamarse «San Gimignano» en honor a su salvador, San Geminiano.
Además de haber sido un punto de parada en la «Via Francigena», San Gimignano también es conocido por su azafrán (una especia de la flor de azafrán Crocus), su Vernaccia (vino blanco) y sus abundantes estructuras con torres. Casi todo se puede ver desde la «Piazza del Duomo». Aquí encontramos la «Colegiata de Santa Maria Assunta», la Catedral de San Gimignano.
La catedral fue construida entre los siglos XII y XIII. El estilo románico es predominante, pero también tiene elementos del renacimiento. La Colegiata de Santa Maria Assunta, tiene forma de cruz latina con una nave central con dos pasillos. Encontramos arcos, pequeñas ventanas y vidrieras que además de enriquecer los detalles del interior de la iglesia, le ofrecen iluminación. Fue consagrado en 1148 por el papa Eugenio III. Curiosamente, la catedral no tiene entrada central y el acceso al templo se hace a través de las puertas laterales que conducen directamente a los pasillos.