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Catedral de Sevilla

«Fagamos un templo tal e tan grande, que los que la vieren acabada, nos tengan por locos».

Esa fue la frase que pronunció uno de los miembros del Cabildo, que recoge el espíritu de los sevillanos el viernes, 8 de julio de 1401 cuando se decidió iniciar un nuevo edificio para la catedral hispalense. La decisión fue tomada al encontrarse la antigua mezquita almohade en un estado de deterioro extremo.

Desde la conquista de la ciudad, el 23 de noviembre de 1248, el edificio de la aljama, o Mezquita Mayor, pasó a ser catedral de la archidiócesis del Reino de Sevilla. Como ha sucedido a lo largo de la historia, repitiéndose continuamente, adaptaron la mezquita al uso cristiano, cambiando su orientación litúrgica, entre muchas otras cosas y con el paso del tiempo, los muros, paredes y pilares fueron cubiertos de retablos y pinturas.

Y así fue, la Catedral de Santa María de la Sede, la catedral católica más grande del mundo. Para convertirse en una catedral monumental pasó por una serie de fases de construcción que comenzó con el Gótico del 1403 al 1528. Continuó con el estilo Renacentista (1528-1593), luego el Barroco (1618-1758), para seguir con el Académico (1758-1823), y finalizar con el Neogótico (1825-1928). Estamos hablando de que no solo ha sido un proceso de construcción a través de esos siglos, sino también de reparaciones, restauraciones y terminaciones donde trabajaron muchos maestros, diseñadores, talladores y grandes artistas de esos tiempos.

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