Utilizado para el culto del emperador, el Templo Romano de Córdoba es uno de los mejores conservados, y por la altura y cantidad de las columnas frontales, se puede afirmar que se trataba de una estructura de grandes proporciones y, por ende, de gran importancia.
Este templo de planta rectángular, tendría unas dimensiones de dieciséis metros de ancho por treinta y dos de largo, mientras que la plaza donde estaba ubicado mediría de sesenta metros de ancho por ochenta de largo.
El templo fue construido a lo largo de la segunda mitad del siglo I d.C.. El conjunto comenzó a construirse en época del emperador Claudio (41-54) aunque no se culminaría hasta el reinado de Domiciano (81-96 d. C.), momento en el que se le añade el elemento del agua.
Se utilizó mármol desde las columnas a los muros, pasando por la cubierta y el entablamento. La calidad del mármol y de la talla del mismo nos hablan de que su construcción fue llevada a cabo por artesanos expertos y de alta calificación, lo que posicionó este templo al nivel de los más bellos edificios del imperio. Delante del templo, ante las escaleras de acceso al mismo, se ubicaba el altar, lugar donde se realizaban las prácticas religiosas.
A mediados del siglo XX, entre los años 50 y 60, se llevó a cabo las obras de reconstrucción del Templo Romano, una vez hallados los restos arqueológicos durante la construcción del Ayuntamiento. Lo que hoy podemos observar, es producto de las reconstrucciones llevadas a cabo por el arqueólogo Antonio García Bellido y el arquitecto Félix Hernández.
Lo más destacado del conjunto son los cimientos: los que sustentaban el edificio propiamente dicho y los contrafuertes delanteros, dispuestos en forma de abanico y apoyados en un muro, creaban un soporte para evitar que se desplazase por el peso del conjunto, construido completamente en mármol. Este tipo de sujeción, llamada antérides, no era frecuente en el Imperio, lo cual supone un valor añadido al conjunto cordobés. Las antérides, junto a los masivos cimientos del templo, nos hablan de la magnitud que debió tener el conjunto, ampliamente visible desde la Vía Augusta, principal vía de entrada por el este, que corría paralela al Circo Romano.
Alrededor pueden verse algunos fragmentos originales del templo, tales como piezas de tambores o capiteles. Otros restos fueron llevados al Museo Arqueológico para su mejor conservación, como algunos relieves que allí se exponen, y donde también se hallan algunos de sus capiteles, mientras que varios fustes de sus columnas los podemos observar en la Plaza de las Doblas.
Inf. Córdobapedia