Desde Écija llegamos a Sevilla en automóvil o coche, gracias a nuestros amigos Rafa y Elena. Nos llevaron directo al casco histórico de Sevilla y desde la Plaza Nueva, avistando el Ayuntamiento comenzamos nuestro recorrido de esta gran ciudad. Como ya era costumbre, primero nos detuvimos a tomarnos un buen café, para luego llegar a la Oficina de Turismo. Es recomendable visitarlas, te repasan el mapa de la ciudad, ofrecen sugerencias y te ponen al día en cuanto a cambios de horarios de eventos y lugares a visitar.
Con mapa en mano, regresamos nuevamente a la Plaza Nueva, el Ayuntamiento y la Fuente de Mercurio para poder apreciarlos detenidamente.
Muy cerca, nos detuvimos en “La Casa de los Abanicos” donde aprendimos que los abanicos que tienen más tela ventilan mejor que los que tienen menos tela. ¡Que mucho se aprende cuando se viaja!
A diferencia de otras ciudades visitadas en Andalucía, Sevilla es una ciudad llana y sin cuestas, lo que hizo más cómodo nuestro caminar. Por sus calles estrechas llegamos hasta la Iglesia el Divino Salvador, donde compramos los boletos para entrar más tarde a la Catedral de Sevilla.
Seguimos hacia la Plaza de la Encarnación hasta el Metropol Parasol o mejor conocidas como las “setas”.
Esta estructura tan particular, nos permitió tener una vista extensa de toda la ciudad. Mientras caminamos por las “setas”, podíamos identificar diferentes estructuras históricas y monumentos gracias a que todo está debidamente identificado mediante rótulos. Confirmamos que Sevilla es bien grande.
Había tanto que ver en Sevilla y el tiempo avanzaba aceleradamente. Las entradas para el Real Alcázar eran con hora fija y el cambio de horario por la temporada de otoño, amenazaba con reducir el horario para visitar la Catedral de Sevilla. No quedó otra sino acelerar el paso, sin dejar de disfrutar la ciudad. Pasamos por la Iglesia de la Anunciación, el Palacio Lebrija, la Ciudad de Londres y muchos otros lugares.
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Algo que no anticipamos fue el tamaño tan extenso del Real Alcázar.
Quedamos impresionados con sus jardines hermosos y sus estructuras tan diversas. Era ciertamente visible la mezcla de la cultura mora y de la España de la Edad Media. Nuestro paso apresurado nos llevó a salir por la Plaza y Patio de las Banderas rumbo a la Catedral.
Contábamos con poco más de una hora para visitar la Catedral y había que subir a La Giralda. ¿Qué hacer primero? Subir a La Giralda fue la decisión mejor tomada. La adrenalina estaba en todo su apogeo y subimos por la rampa todo lo rápido que pudimos. Al llegar al nivel 25 pensamos que habíamos alcanzado la cima, pero no, nos quedaban diez pisos adicionales. Pasado el nivel 35, por fin vimos la luz y disfrutamos de la vista espectacular desde las cuatro caras de la torre. Desde esa altura era notable el Patio de los Naranjos, frente a la Puerta del Perdón. Obviamente la Giralda al estar sobre la torre nos es visible. Una vez conquistada La Giralda, bajamos a toda prisa para descubrir la Catedral de Sevilla.
Que maravilla y cuanta grandeza tiene la Catedral de Sevilla. Observamos las vidrieras hermosas, los tallados en madera, el Altar Mayor espectacular, la sección del coro y los órganos de pipa impresionantes. La Catedral es la ultima morada de Cristobal Colon. Extendimos nuestra visita a la Catedral hasta pasada la hora de cierre. Una vez salimos de ese hermoso y sagrado recinto, nos dispusimos a admirar su exterior. Fue cuando vimos La Giraldilla, la Puerta del Príncipe, y paseamos por la Plaza Vírgen de los Reyes.
Comenzaba a atardecer y caminamos hacia la Plaza del Triunfo para visitar el Archivo de las Indias. Continuamos hacia la Fuente de Hispalis y más adelante encontramos la Torre de Oro. Tomamos un descanso en la Calle Almirante Lobo para tomarnos unas cañitas frías y comer algunas tapas.
Al caer la noche, pasamos por la Puerta de Jerez, viendo el Hotel Alfonso XIII, seguido por la Real Fábrica de Tabacos, hoy en uso por la Universidad. La calle San Fernando nos llevó hasta la Plaza Don Juan de Austria. Mas adelante encontraríamos el Monumento al Cid Campeador, precisamente en la Avenida El Cid.
¡Por fin llegamos a la Plaza de España! Construida en el 1929 para la Exposición Iberoamericana con su fabulosa fuente en el centro. Estaba bellamente iluminada y confirmamos que es una estructura imponente.
Nuestro regreso a Écija en bus, comenzó en la Estación El Prado, pasando primero por el Consulado de Portugal, nuevamente por la avenida El Cid hasta la Fuente de las Cuatro Estaciones en la Avenida Carlos V.
Una vez más, nos alzábamos con otra victoria, conocimos a Sevilla y quedamos prendados de esa gran ciudad.