Al entrar a la Mezquita-Catedral de Córdoba te encuentras prácticamente un bosque, aunque en lugar de árboles, te rindes ante mil trescientas columnas de mármol, jaspe y granito. Apoyándose sobre las columnas, trescientos sesenta y cinco arcos de herradura bicolores. Se te sobrecoge el corazón cuando estás ante ellas.