Cáceres es una ciudad que invita a descubrir no solo el aspecto histórico medieval, sino también sus tradiciones. En nuestra estadía tuvimos la oportunidad de presenciar una de las tradiciones religiosas muy arraigadas de esta ciudad de Extremadura, se trata de la visita de la Virgen de la Montaña a la Concatedral de Santa María, el templo cristiano más importante de Cáceres.
Una vez al año, la Virgen de la Montaña es bajada desde la ermita en la Sierra de la Mosca para pasar nueve días en la Concatedral de Santa María. Es el primer domingo de mayo de cada año, que se celebra el retorno de la patrona a su ermita. La ruta habitual es desde la Concatedral hasta Fuente Concejo, acompañando a la Virgen de la Montaña las autoridades principales de la ciudad y un gran número de devotos.
La Santa Iglesia Concatedral de Santa María posee rango de Concatedral desde el año 1957 y se ubica, precisamente en la Plaza de Santa María. El origen de esta iglesia se remonta al siglo XIII dentro de las características del románico. El templo está construido en sillería, destacando la sobriedad del exterior, típica de la arquitectura medieval española. Debido a su reconstrucción entre los siglos XV y XVI se añaden elementos de transición hacia el gótico y renacentistas, que son visibles en la torre y el coro.
Su fachada es elevada en altura, gracias a la torre de tres cuerpos trazada por el maestro Pedro de Ybarra y ejecutada en tan solo dos años, entre 1554 y 1556. En una de las esquinas de la torre, se encuentra una escultura de San Pedro de Alcántara, que fue realizada por el artista extremeño Enrique Pérez Comendador en el año 1954. La Concatedral de Santa María de Cáceres cuenta con dos portadas, sin embargo, la principal, que da acceso desde la Plaza Mayor, situada en el lado del Evangelio, es la más característica. Su arco apuntado gótico, se construyó para finales del siglo XIII y principios del XIV.
Una vez dentro del templo de planta rectangular, observamos que el gótico se destaca en las tres naves, del Evangelio, nave central y nave de la Epístola. Las bóvedas son de crucería gótica y en ellas se encuentran los escudos y símbolos heráldicos de las principales familias cacereñas.
El retablo de la Capilla Mayor de la Concatedral de Santa María, es toda una joya del Renacimiento. Esta obra en madera de cedro y roble fue realizada por Guillén Ferrant y Roque Balduque y no tiene policromía, lo que la hace más interesante, resaltando su magnífico tallado. Se estructura en tres cuerpos con esculturas de los apóstoles y de otras figuras bíblicas. La parte central está dedicada a motivos vinculados a la vida de la Virgen y a la Pasión de Jesucristo. De hecho, la figura más importante, posiblemente, sea la Asunción de la Virgen. Y en la parte superior, sobre el retablo, se destaca una pintura que representa la lucha del bien contra el mal y que escenifica el enfrentamiento del arcángel San Miguel a los demonios.
La Concatedral de Santa María de Cáceres cuenta con tres capillas principales: la Capilla de Santa Ana, una de las más antiguas del templo, construida en 1446; la Capilla de San Miguel, construida en 1551 y patrocinada por la familia Carvajal, destacando su retablo barroco; y la Capilla del Cristo Negro.
Esta Capilla, aunque de un tamaño reducido, comparado con las demás, es una de las más visitadas por albergar la imagen gótica del Cristo Negro, del siglo XIV, muy venerada por los cacereños y protagonista de la Semana Santa. Aunque las mencionadas son las más importantes, también encontramos en la Concatedral de Cáceres la Capilla de la Milagrosa. En la actualidad, en esta capilla tiene lugar el centro de devoción a la Virgen Milagrosa, culto muy arraigado por el pueblo católico.
A los pies del templo se eleva la tribuna del coro realizada por el maestro Pedro de Marquina a mediados del siglo XVI. Otro de los elementos importantes de la Concatedral de Cáceres es su órgano, construido por Manuel de la Viña en 1703, siendo reformado en 1973 por la empresa Orgamusik.
El interior de la Concatedral cuenta con otros espacios de interés, como la sacristía, que actualmente alberga el Museo Catedralicio y el sepulcro de Francisco de Godoy. En el museo se pueden encontrar piezas sacramentales, obras de plata y esculturas de gran valor histórico y artístico.