La “Colonia Patricia Corduba” fue la capital de la provincia Bética en tiempos del dominio Romano en la Hispania. Una ciudad que entrelazaba a Roma con el resto del territorio que hoy conocemos como Andalucía. La Antigua Vía Augusta era y aún hoy es la carretera principal que interconecta las ciudades principales de la región. Para nosotros, Córdoba fue el “eje del transbordo” para nuestra visita a Andalucía, con su fácil acceso desde Madrid y conectándonos con Écija y Granada a través de su red ferroviario y de buses.
Llegamos temprano un lunes a Córdoba para descubrir que la mayoría de los monumentos estaban cerrados al público por ser el día de descanso. Sin embargo, esto no nos desalentó para realizar nuestra visita y disfrutar de Córdoba. Durante nuestro recorrido nos tropezamos con diversos grupos de turistas, tanto locales como orientales y hasta árabes. Como tantas otras ciudades en Andalucía, Córdoba refleja las influencias de los Romanos, Judíos y Moros.
Nuestro recorrido nos llevó por la Avenida Vía Augusta hacia el Parque o Paseo de las Margaritas y de ahí al centro histórico. Por el camino encontramos un mausoleo Romano que está bien conservado.
El mausoleo se encuentra antes de llegar a la Puerta de Almodovar, puerta que en el Siglo XIV reemplazó la antigua entrada mora a la vieja ciudad. Justo cerca de esta puerta disfrutamos de un gran desayuno y probamos el famoso pastel cordobés, comprobando nuevamente las delicias que ofrece la cocina española.
La Judería nos invitó a entrar por la Puerta de Almodovar para conocerla. Pasamos por la Casa Andalusi, la Casa de Sefarad y entramos al Zoco. Entre fuentes y patios interiores, llegamos a los artesanos que allí laboraban y mercadeaban sus productos.
Nuestro caminar nos llevó a las caballerizas y jardines reales justo al lado del Alcázar de los Reyes Cristianos. A nuestras espaldas pudimos apreciar la gran mezquita, pero nuestro rumbo giró hacia el Rio Guadalquivir, llegando a las antiguas murallas de la ciudad en su orilla. A poca distancia del Alcázar, avistamos el Puente Romano, que por más de veinte siglos sería el único puente que uniría el Campo de la Verdad con el Barrio de la Catedral. Un verdadero testimonio a la ingeniería romana y el respeto a las culturas diversas que allí coexistían. Cruzamos el Puente Romano para llegar a la Torre de Calahorra. Desde la otra orilla del río, disfrutamos de la vista hacia la ciudad vieja y su grandiosa mezquita que nos esperaba de regreso.
Entre más nos acercábamos a la mezquita, más enorme lucía la imponente estructura. A pesar de las fotos vistas previo a nuestra visita, nada se compara con lo que vimos. La entrada por un enorme patio interior auguró grandes cosas. Entramos por unas de las puertas laterales y un enorme suspiro de admiración brotaba de nuestros corazones casi detenidos. Enmudecimos ante aquella gran maravilla que pisábamos por vez primera. ¡Esta es la Mezquita-Catedral de Córdoba! Estuvimos ante la segunda mezquita más grande del mundo, superada solo por la mezquita de la Meca (en el 1588 cedió ese lugar a la Mezquita Azul de Estambul). La Mezquita-Catedral de Córdoba construida sobre una basílica romana, es uno de los mejores ejemplos de conservación y tributo a la cultura mora, y cómo, dentro de la arquitectura, ambas pueden coexistir y enriquecerse.
Si Toledo es la ciudad de las tres culturas, Córdoba debe ser la capital de las culturas. Testigo de esto son las ruinas del Templo Romano a pocos pasos de la Plaza de las Tendillas. Más adelante encontramos la Real Iglesia de San Pablo, mientras continuábamos nuestro rumbo hacia la Plaza de los Capuchinos, para encontrarnos al Cristo de los Faroles.
Al atardecer, antes de tomar camino al punto de salida para regresar a Écija, llegamos a la Torre de Malmuerte y el Palacio de la Merced. Regresando por la avenida de la Vía Augusta, paseamos por un gran parque con fuentes que nos invitaban a detenernos y refrescarnos.
Nos despedimos de Córdoba, ciudad de grandes tesoros.
Vsite nuestra Galeria de Fotos en: Córdoba